Después del periplo por Madrid y alrededores, ya que aparte de Toledo también visité un nevado Valle de los Caídos y el majestuoso Monasterio de El Escorial, recalé en Gran Canaria.
La capital no me atrajo mucho. Las playas están bien y en estas fechas se estaba muy tranquilo, pero la ciudad en mi opinión, no tiene mucho encanto. Visité la parte antigua y es lo único que puede ser algo atractivo.
En cambio los pueblos de la isla y el paisaje del interior y la costa la verdad que son preciosos.
Resumiré en par de entradas lo que encontré mas interesante. Por cierto, las carreteras interiores son las típicas comarcales estrechas y con infinitas curvas.
Arucas: Pueblo situado al norte y cerca de la capital donde se puede destacar su Iglesia de San Juan donde un simpático lugareño alabó el juego del Athletic de Bilbao de los años 50 y 60. También es recomendada la visita al mirador para ver una panorámica de la zona. Desde allí se puede visitar el pintoresco pueblo de Firgas.
Teror: Posiblemente el pueblo que más me ha gustado de la isla. En la Basílica de la virgen del Pino, patrona de gran canaria, se guarda una talla del siglo XV. Su calles están muy cuidadas y las balconadas de madera tallada de sus casas fueron una grata sorpresa.
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